Cuba

Cuba

Esta semana, ayer, hoy, Cuba es noticia en los términos de las movilizaciones que se han dado, las imágenes publicadas de habitantes de la isla de Cuba han realizado en contra del gobierno de la isla.

Yo conocí a Cuba en 1995, estuve un par de semanas, en la habana, viviendo en casa de cubanos y habitando como parroquiano sus calles, yo, sin ningún tipo de poder, siendo estudiante, estuve allí en el marco de un encuentro internacional de juventudes, una suerte de encuentro de jóvenes de las izquierdas del mundo, yo en medio de las diversas organizaciones de izquierda, yo sin pertenecer a ninguna organización política de izquierda. Era joven y si, quería conocer este país y me movía una solidaridad con este pueblo que estaba bloqueado y que por ello no tenía acceso a muchos bienes básicos como el papel, mi mochila viajó llena de resmas de papel, cinco o seis y de rollos de fotografía.

En 1995 en pleno periodo especial, se había disuelto la URSS, el principal aliado de Cuba y la isla sufría escases hasta de ideas, las ideologías de izquierda habían sufrido un gran revés, el socialismo histórico había fracasado estruendosamente, de cabo a rabo y esta isla se quedaba sola, flotando en medio del Caribe, con miles de balsas yendo hacia Miami.

Fidel aún daba grandes discursos, la televisión pública, el periódico eran controlados por el partido comunista, el Estado y sus aparatos también, pero ya en esa fecha la vida cotidiana tenía otros matices, la vida tiene la gran capacidad de escapar por resquicios inimaginables. El dólar ya rodaba en las calles, la jinetera, el del bicitaxi, y muchos otros oficios que ofrecían servicios a los no cubanos, los turistas y extranjeros que nunca se han ausentado de la isla. y habían filas, tiendas, trasportes para cubanos y filas, tiendas y transportes para extranjeros. En L y 26 el extranjero podía un foráneo comprar cuanto helado quisiera y pudiera y el cubano sólo dos, después de larga fila, por supuesto yo sólo comí dos helados después de mucha espera en la fila, mientras buscaba el fantasma de David o de Diego de Fresa y Chocolate. Y claro, se constataba la diferencia entre personas dada su nacionalidad.

Con un dólar pude montarme en camello, los megabuses de la Habana más de veinte veces, cosa inimaginable en cualquier otra parte del planeta, en un país que aún con la escases de petróleo sabía que los servicios públicos deben estar a disposición de la gente. Me sorprendió además que luego de salir de la rumba a las 2 o 3 de la mañana aún podía sentarme a esperar el bus, seguro que pasaría, un sistema de transporte organizado que aún hoy no he conocido en otros lugares del planeta, un sistema humano, que considera incluso al pasajero de la siguiente estación.

En estos días en la Habana, con los amigos, buscamos y encontramos palabras divergentes, rockeros, anarquistas, artistas disidentes, personas en diversidad sexual, hablamos con ellos, nos pasaron papeles con sus escritos, dialogamos, y si, se sentía el miedo. Para nosotros jóvenes era muy extraño que el rock por ejemplo fuera censurado en la isla, pero era real, habían otras ideas, modos, formas que no eran escuchadas, que eran imposibilitadas, acalladas.

También encontramos la fiesta, el concierto en plaza pública, la escena dispuesta para todas y todos y se sentía la alegría común, la sonrisa en todos los labios, la alegría en el cuerpo, el ritmo, la rumba siempre dispuesta, pública. El ron y el ritmo estaban dispuestos y era de todos y todas sin distinción.

El acceso a la cultura, al arte. a la educación, al deporte era evidente, los libros, los museos, las exposiciones, la música, los instrumentos, los espacios estaban a la mano de todas y todos, con las restricciones propias de un país pobre y para mi que llegaba allí de un país pobre la verdad veía que tenían mucho más de lo que se tenía en Colombia, de lo que yo podía acceder, así que no podía juzgar mal a esta sociedad.

Esa sociedad vivía con muchas restricciones en esa época vivía mejor, mucho más, de lo que yo vivía en una democracia como la colombiana y esta mirada complementaba lo conocido e Costa Rica, España o Israel, países que conocí por la misma época. En Colombia estábamos muy lejos en bienestar, en democracia, en participación en relaciones con el otro, en desarrollo, en patria.

Hoy, insisto se habla de las movilizaciones de la población en Cuba y debo decir que respaldo las movilizaciones, la participación. La gente, el pueblo tiene derecho a decidir sobre la vida del pueblo. Yo puedo entender que hay intereses, perspectivas o formas de pensar diversas. Creo además que el cambio es consustancial a las sociedades humanas. No defenderé una forma de organización social en particular, aunque entienda que el capitalismo deshumaniza, excluye, corrompe, mata, creo que no se puede impedir que la gente piense, discierna, decida y actúe de acuerdo a ello, mucho más si lo hacen como sociedad.

Reconozco que el mercado es profundamente tentador y entiendo el riesgo que corre el pueblo cubano, con sus ganancias como sociedad si se decantan hacia allí, pero creo que ningún pueblo puede ser coartado en su posibilidad de decidir sobre su futuro, mucho más cuando creo, pienso y analizo que en Colombia no existe esa posibilidad. Sé que en Cuba se encarcela por pensar distinto, sé que en Colombia se persigue, desaparece, mata a quien lo hace, se que en Colombia hay dictadura y reconozco la ausencia de libertades en Cuba.

Entiendo además la injerencia de Estados Unidos tanto en Cuba como en Colombia y sus implicaciones en la vida cotidiana de los pueblos de ambos países. Entiendo que a los poderosos les interesa tumbar el gobierno cubano, no porque Cuba sea una amenaza sino porque es distinta, alegremente distinta la mayoría del tiempo.

Espero que Cuba logre encontrar el camino, que la revolución sea capaz de encontrar el camino que los revolucione, que la participación y el disenso sean posibles, que el diálogo sea posible y que el resto del mundo los desbloquee, que permitan a Cuba ser Cuba, como ellos como sociedad quieran ser y para ello debe cesar el bloqueo inhumano que se ha impuesto a la isla desde hace más de seis décadas.

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