Pantallas para el cine colombiano
Por Juan Esteban Rengifo Carvajal. Gestor cultural.
Por innumerables vía llega el llamado de varias personas del sector cinematográfico colombiano en torno a la imposibilidad de estrenar películas en pantallas de cines en Colombia, está claro que se hacen más películas cada año y que además muchas de ellas, por pandemia se quedaron sin estrenar. Pero no hay dónde mostrarlas y el cuello de botella es la exhibición, el gran déficit de salas de cine o similares. Cuello de botella que tienen varias explicaciones o razones:
La primera, la preponderancia o el absurdo respeto que se le tiene a los exhibidores de cine, en particular a Cine Colombia que tiene el 30% de las sillas en las salas de cine, pero en general a las tres o cuatro empresas que poseen el 88% de las pantallas de cine en el país, si Royal Films, Cinemark, Procinal y Cinépolis que poseen entre todas otro 58%. Esta preponderancia de los exhibidores hace que el sector les tema. La ley de Cine (Ley 814 de 2003) en Colombia dicen que nació gracias a un acuerdo con Cine Colombia, nadie lo confirma pero nadie lo niega y cuando se habla de hacer cambios necesarios en dicha ley la pregunta recae de nuevo en ese acuerdo y si es posible mantenerlo. (Datos Anuario Estadístico del Cine en Colombia 2017. Ministerio de Cultura)
Buena parte del cine que se hace se sustenta en el Fondo para el Desarrollo Cinematográfico y ese fondo proviene de un porcentaje de la boleta de cine, por eso, los exhibidores tienen un papel coyuntural importante, son los que cuentan las boletas y recaudan, pero además son los que programan el gusto, a través de lo que posibilitan en sus salas de cine, desde imponiendo horarios y salas a las películas hasta procurando un valor de boleta diferencial y más alto al cine que no es del aparato industrial norteamericano.
La segunda tiene que ver con la ausencia de salas de cine en el 94% de los municipios en Colombia. Sí, el país sólo posee salas de cine en 64 de los 1.100 municipios existentes y con ello la posibilidad de acceso al cine es limitado a una buena parte de la población, no es sólo una cuestión de costo, es una barrera real que no se supera. Esta concentración de las salas de cine es un eslabón más del control que opera en la exhibición de cine en Colombia. (Datos Anuario Estadístico del Cine en Colombia 2017. Ministerio de Cultura)
La tercera tiene que ver con la distribución de cine en el país. Esta actividad para el caso del cine nacional es en general una actividad nueva, las distribuidoras de contenidos locales son nuevas y en general tienen poco peso en relación con las empresas que distribuyen contenido foráneo y en particular con los que, de nuevo, distribuyen contenido de Hollywood. Estas empresas además actúan como cartel, imponiendo sus películas incluso bajo la promesa de que si no se programa en fechas y horas que ellos requieren los estrenos futuros no serán garantizados y acá las salas de cine prefieren conservar el producto masivo que arriesgar con el cine colombiano, mucho más con la tendencia que la pandemia dejó, los servicios de streaming han hecho que muchos prefieran no salir de sus casas para consumir audiovisuales.
La cuarta tiene que ver con la falta de promoción del cine colombiano en Colombia. Al Fondo Mixto para la Promoción del Cine Colombiano, conocido como Proimágenes, le interesa mucho hacer promoción del cine producido en estas tierras por fuera del país, pero hace muy poco para la promoción en el propio suelo. Está bien fomentar que las películas viajen al exterior pero es claro que la recuperación, si la hay se daría en las salas de cine en Colombia. Las ventas internacionales en general no son más importantes como lo que se podría recaudar en el país. Entonces la acción de promoción del cine nacional no llega a los colombianos, los ciudadanos de a pie difícilmente encontrarán información de las películas nacionales que se estrenan en el país, su boletín que semana a semana desmejora, es incompleto y que llega el viernes a media noche se envía al sector mismo, es una comunicación endógena, que no cumple realmente su papel de promoción. En sus redes sociales fácilmente encontramos información del festivales internacionales pero muy poco de lo nacional, octubre por ejemplo está lleno de festivales en plazas, auditorios, salas por todo Colombia pero poco de ello llega a sus ojos o a los del público por su intermedio.
La quinta tiene que ver con el desprecio general por los espacios de formación, los festivales de cine en Colombia no son reconocidos como parte del engranaje, muchos productores no aspiran a estar en ellos, a llevar sus películas a estas pantallas, a participar. Al no reconocerlos como parte del sector, de la cadena, del engranaje, sólo se ven unos cuantos que son valiosos pero se quedan por fuera una buena cantidad. En general, a los festivales y muestras de cine en Colombia les interesa el cine colombiano, lo programan habitualmente. Y paralelo a esto el desconocimiento, incluso normativo, de los cineclubes, estos lugares de formación del ojo, permanentes, aguerridos pero ilegales en el país. La norma los extinguió, los imposibilita, aunque se siguen haciendo, en muchos de los casos se hace de forma casi clandestina. Muchos de estos procesos de formación se quedan en manos de lo institucional, con contenidos predeterminados y curados a partir de miradas centrales o el escaso presupuesto destinado.
La sexta es la ausencia de política pública en el cine, es decir, la ley de cine posibilita recursos para el cine, plata pública por más que el sector crea que es una plata del sector porque son recursos parafiscales o porque son exenciones tributarias que se hacen a particulares. Hay plata en el sector pero no hay norte, institucionalmente no hay plan, el Ministerio de Cultura, la Dirección de Audiovisuales, Cine y Medios Interactivos o el propio CNACC actúan sin plan alguno, de acuerdo a las voluntades de las personas que están al frente de dichas instituciones. No hay documento de política pública, que se base en un diagnóstico serio o a partir de la evaluación de la ejecución de las ley.
Esta ausencia tiene en particular dos impactos claros, el primero en lo que se llama comúnmente la cuota de pantalla y que es un aspecto que a pesar de estar enunciado en la ley, esta nunca se ha hecho realidad, la posibilidad de que el cine colombiano tenga un trato diferencial, amable, en las salas de cine del país y que haga que las películas tengan unos mínimos que posibiliten que el público las vea y por ende se constituya adecuadamente unos amigos del cine producido al interior de nuestras fronteras.
El segundo impacto tiene que ver con que a pesar de tener diagnosticado el cuello de botella de la falta de salas no se haya hecho nada para abrir salas en otros lugares del territorio de la mano de administraciones municipales, organizaciones culturales, alianzas publico privadas y otros mecanismos posibles. El sector conoce experiencias como las salas concertadas en el mundo del teatro y por mucho tiempo se ha visto este modelo como algo posible, pero la institucionalidad ha preferido actuar bajo la modalidad de temporadas de cine, fugaces y limitadas acciones pensadas desde Bogotá donde se concentran buena parte de las acciones y que llega a lugares específicos del territorio nacional.
En Colombia necesitamos más salas de cine, Potocine como faro en Ciudad Bolívar así lo indica hace años, pero no se ha hecho mucho para que esto pase. Hay en el país una buena cantidad de infraestructura construida ya, desde auditorios en Casas de la Cultura, teatros, auditorios, espacios propicios para un cine que no llega y además hay un público ávido de ver cine, lo dicen los espectadores de los festivales de cine, hay más de cien de ellos en muchos lugares del país y se hacen porque existimos unos loquitos que creemos que es necesario, posible y pertinente, pero sobre todo porque hay personas que están dispuestas a salir de sus casas, caminar o tomar transporte, ir a una sala, encontrarse con otros como él, pero desconocidos y ver una película.
[…] Tomado del Portal Web Elucubraciones […]
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