Renovar la mirada del cine colombiano
La ley de cine cumplió 20 años de vigencia y efectivamente se ha visto el impacto en el sector, cada ve se hacen más películas, el sector ha crecido, se ganan premios a nivel internacional, se ruedan películas y audiovisuales extranjeros en Colombia. Hay que agradecer esto a los que han encabezado el accionar que nos ha llevado a estos lugares.
Sin embargo hoy los retos son otros, pero seguimos mirando hacia el mismo horizonte. Hoy hay otras necesidades, la primera, la que sabemos hace años es que los y las colombianas vean el cine hecho en el país, esto se traduce en que tengan la posibilidad de verlo. (para saber más lea Pantallas para el cine colombiano) Una segunda es abrir más y mejores oportunidades para que las diversidades, las etnias, las comunidades subrepresentadas tengan la posibilidad de utilizar el cine como mecanismo de poner en juego sus visiones y miradas. Hoy las convocatorias del FDC tienen abierta puertas para ello, sin embargo estas puertas aún son marginales presupuestalmente y muchos, muchas creemos que la política pública en cinematografía debería mirar hacia allá, dedicando la mayor cantidad de presupuesto para ello.
Esta semana participé del encuentro regional suroccidente del Tercer Encuentro Nacional de Cine, me encontré allí además que se estaba realizando el laboratorio de guion Desde la Raiz, de la fundación Algo en Común, y saludé a muchas y muchos creadores de esas nuevas miradas, que no son vistas por la institucionalidad, o son marginales en esa mirada. Repaso estos y otros nombres de mujeres, campesinos, indígenas, afros que he podido conocer a través del Festival de Cine Corto de Popayán como Luzbeidy Monterrosa Indígena Wayuu (Muu Palaa 2020; Aipa’a Yem 2023), Mileidy Orozco Domicó Indígena embera (Mu Drua 2011; Bania 2015; Truambi 2019; Vida or 2022) Maryoli Ceballos Vivas del pueblo Pasto (Kerpuel, Sembrar con la luna 2018; Anku Tupe 2018; Chaupi Nacer Pasto 2019; Sawsi 2022) Luis Eduardo Pumijuy, indígena Kamentsa (Shinyac 2022); Estefanía Preciado de la Escuela Audiovisual Renacer y Memoria del norte del Cauca; Reyson Velásquez (El secreto del rastro 2019) por nombrar algunas y algunos realizadores. También habría que nombrar los colectivos de cine comunitario como Apua Producciones, Sinú Audiovisual, La Rotativa, Cocosur, Marea producciones, La Boquilla Teve; además se podrían nombrar los tejidos de comunicación de los pueblos indígenas como los del CRIC o la ACIN; Los Festivales como Ojo al Sancocho, el festival de Cine y Video Comunitario La Otra Historia en la Comuna 13 de Medellín, el Festival de Cine Afro ANASE, el Festival Audiovisual de los Monter de María son testigos además de esa diversidad; en fin, me faltan muchas por nombrar, procesos, personas, colectivos, iniciativas.
Estos y otros han sido invisibilizados desde la institucionalidad actual que deciden la ejecución de los recursos de la Ley de Cine, el CNACC en principio, pero Proimágenes en general, pues esta entidad es la que maneja los hilos reales de hacia donde va la plata y las iniciativas bajo la premisa que que hace cine para el exterior, que se promueve el cine en el exterior, que es para gana premios y reconocimiento internacional que existimos.
Hay quienes creemos que el cine es ventana, puerta o espejo para vernos, para encontrarnos, para fortalecer nuestra identidad no frente a otros externos, sino frente a nosotros mismos, nuestros vecino y compatriotas y que por ello necesitamos un cambio de miradas en Proimágenes Colombia, ya son muchos años en manos de las mismas personas, su mirada es hegemónica y ha producido muy buenas cosas pero además una tipo de cine, unas formas de producción, una dirección que es difícil contradecir y se hace, lo hacemos siendo periferia, reconociendo la exclusión y viviendo con ella.