Porque no Rachmaninov
El pasado domingo asistí a un concierto en el marco del 49 Festival de Música Religiosa de Popayán, a cargo de la orquesta de la Red de Escuelas de Formación Musical de Pasto. Allí interpretaron tres piezas del repertorio sinfónico, una de ellas las reconocidas Danzas sinfónicas de Rachmaninov, una obra muy conocida pero destinada a ser interpretada por grandes y afamadas orquestas.
No es común que esta obra sea interpretada por pequeñas orquestas, menos por grupos como este que tienen un espíritu más formativo que artístico. Eso tal vez sea lo más rescatable de esta noche, el atreverse a hacerlo. La interpretación estuvo buena, el director y los músicos lo pusieron todo en el escenario y lograron estar a la altura de la partitura.
La idea fundamental que surgió entonces es sobre lo que sembramos, mejor, lo que nos atrevemos a sembrar como sociedad, el carácter que debemos impregnar a la sociedad, de que merecemos lo mejor, no sólo de que es lograble a partir del esfuerzo individual, sino de que es necesario, deseable, pertinente tener lo mejor.
Y es que en medio de una sociedad precaria en donde la lucha diaria es por tener acceso a los mínimos, de lograr ser atendido en el menor tiempo posible, de al menos acceder al servicio o al derecho, de lograr sobrevivir a diario, de pensar en el día a día y mañana ya veremos, en medio de esta sociedad es donde debemos trabajar por brindar más que oportunidades es por crear caminos ciertos, verdaderos de disfrute del derecho.
Por ello, incluso más que recursos, la cultura, el arte, la creatividad requieren políticas públicas claras, que permitan a las personas, y a las niñas y los niños primero atreverse a obtener, disfrutar de lo mejor, políticas públicas como las que llevaron a esos chicos y chicas tocar en el marco de este festival y en el Teatro Guillermo Valencia a Rachmaninov en su afamada danza.