Diálogo nacional
El presidente de la república llama a diálogo nacional, el señor Duque da plazo para hablar hasta marzo, y no le da mayor relevancia a la movilización nacional, que se ha tornado permanente y mientras desde diversos sectores de la sociedad se ve como se caldea la situación al señor presidente le parece que no merece afán ni cuidado.
Por otro lado, las centrales obreras también pierden el foco, preocupadas ellas por además perder el control de la movilización, que cada vez es más autónoma, mas autopoietica, creativa y creadora, colectiva y aglutinante, y no violenta, o por lo menos cayendo en conciencia de que esta generación no pretende seguir muriendo, a pesar de que los maten. Los niveles de heroísmo bajan, pero la conciencia del valor fundamental de la vida suben. Sin miedo pero sin heroísmos vacíos.
Las centrales obreras rápido acudieron a la mesa de diálogo nacional que Duque había convocado, aunque se levantaron rápido de ella, pues la mesa que se proponía era amplia, es decir se convocaba otros sectores de la sociedad pero además tenía temas preestablecidos y no se permitieron otros. Había que levantarse por lo segundo pero no por lo primero.
El diálogo amplio con todos los sectores de la sociedad había que aprovecharlo, pues lo que no funciona no son meros asuntos de gobierno sino, creo yo asuntos de Estado, de sociedad, como los siguientes:
1. el valor supremo y superior de la vida, humana, anima, natural, planetaria. Desmonte del SMAT como condición de respeto a la vida.
2. la necesidad de definir otras formas de desarrollo no extractivista, más sostenible y sustentable.
3. la necesidad de una reforma agraria rural y de acceso a la tierra urbana.
4. el cambio del sistema de salud, por un modelo centrado en la prestación del servicio por encima del negocio
5. acceso a la educación de calidad, pública y gratuita
En fin, uno podría seguir enumerando, pero son asuntos que al ciudadano de a pie, el que ha marchado y sacado la cacerola de verdad le preocupa y le impacta. Pero a las centrales obreras no le interesa esto, no ven más allá del paquetazo de Duque, que fue su petición inicial, para un paro de un día, que se repetirá cada ocho días. Miopes no han visto que los ciudadanos están cansados y no pretenden más que cambiarlo todo.
Tal es la miopía de los sindicatos que hoy prefirieron levantarse de la mesa al ver que habían otros actores invitados, antes de ver allí la oportunidad de poner en juego discusiones al rededor de la inequidad del país entero. Ellos están acostumbrados a negociar con un presidente o un ministro un punto más en el salario mínimo y cosas por el estilo.
Los políticos de carrera no saben muy bien que hacer, no quieren ser oposición de Duque, pero tampoco le quieren dar la espalda al ciudadano, por eso mejor callan. Los actuales gobernantes ya hicieron su labor, gastaron sus cartas y presupuestos públicos eligiendo a sus sucesores y ahora su mayor preocupación es dejar todo bien organizado en los números para que no se note que le metieron la mano al presupuesto público en esa gestión democrática.
Los nuevos gobernantes tampoco le quieren meter la muela al problema, no tienen el poder para hacerlo y no van a desgastar el capital político del voto en una pelea en la que seguro pueden perder mucho de lo ganado en las urnas.
Los ciudadanos, que caceroleamos, marchamos y arengamos creativa y pacíficamente estamos supeditados a no ser escuchados, pues el sistema está diseñado para escuchar líderes, no multitudes, estas marchas no tienen formas organizativas claras, se junta para hacer, se piensa en conjunto, no hay cabezas visibles, son inteligencia y acción colectiva y por lo tanto con una gran complejidad. Bogotá y sus habitantes, por su número y por estar cerca de Casa de Nariño, puede ganarse este espacio, en las regiones los sindicatos no querrán perder su poder y con gusto representarán, no sé hasta donde lo puedan hacer con legitimidad y hasta donde los ciudadanos mismos lo puedan impedir.
Por ahora lo que hay es tiempo, pues de acá a marzo hay muchos días. Sin embargo es claro que la movilización continuará, los jóvenes están alegres, sintiendo que hacen patria, que pueden cambiar el país, que hay empatía ciudadana, que la fiesta puede ser en la calle, que ser productivo no es tan creativo, que es posible y plausible ser joven, que muchos de nosotros que ya no lo somos, nos rejuvenecemos a su lado y lo agradecemos.
Saber para donde se camina es incierto, este movimiento no es meramente reactivo, pero tiene esa capacidad, este movimiento tiene aguante, alegría, música y baile, besos y ganas, no tiene temor a transformar, porque sabe que si no lo hace, no le dejan nada, es decir, saben que por el camino que va el país no le quedará nada al final del día y por ello debe hacer el contrapeso suficiente para desviar el rumbo predeterminado.