Ollas brillantes
Cuando voy a las plazas de mercado, galerías en el Cauca me arrimo siempre a las cocinas y almuerzo allí, veo las relucientes ollas en estufas y hornillas. Recuerdo especialmente de algunas en Silvia, que a pesar de que se cocina con leña, mantienen unas, que nunca ponen al fuego, que se mantienen brillantes, inmaculadas. Me llega también al recuerdo a niños y niñas lavando ollas a orillas del gran río Guapi, entre juegos y labor, disipando el calor, sonrientes sacándole brillo al aluminio de estos utensilios de cocinas.
Yo de vez en cuando brillo ollas, me quedo ratos intentando dejarlas sin rastro del paso del tiempo y el fuego, la estufa que uso además tiene el mal hábito de generar algo de hollín en ellas, pero además alguna vez pasa que se seca el agua del café, cuando distraído en otras vainas dejo que el fuego actúe de forma despiadada contra el aluminio, la olla se quema, se ennegrece. Y entonces, luego de dos o tres días de sacarle el cuerpo, acometo con esponjilla de alambre a pulir ferozmente el aluminio, intentando insisto borrar las pruebas del impacto del fuego y el tiempo.
He descubierto que a veces dejar de nuevo al fuego la olla por un rato hace que el metal se limpie de buena parte de las sustancias que se pegaron a él, lo hago con la tranquilidad de que es poco probable que la temperatura alcanzada llegue a las temperaturas de fusión y termine abriéndole un hueco a la olla, sin embargo entiendo que es una probabilidad.
Después de pulir, estregar, lavar veo la olla, siempre quedan restos oscuros, difíciles de sacar, pues se acomodan en hundidos, salientes, dobleces y me pregunto cómo hacen las mujeres de la galería para que las de ellas permanezcan brillantes, lo saben hacer, son más pacientes o acaso las esconden al ojo escrutador del que pasa? En fin, viendo la olla, me alegro, me siento bien, reviso y pulo un poco más y como en todo ese tiempo han surgido estos pensamientos y recuerdos u otros, en algún momento lo dejo de hacer e intento escribir lo pensado, a veces esos pensamientos se vuelan en el camino, se van como maripositas, como se vuelan los pensamientos sencillos, como se nos escapa la vida.
Hay que pulir en la vida, me digo, no tanto como para que al final parezca que no ha pasado la vida. A veces hay que pasar de nuevo por el fuego, dejar que muestre lo ajeno y que se desprenda, sabiendo que mucho fuego puede acabarlo todo también. Hay que reconocer que olla es olla y lo importante es que permita cocinar los alimentos, brille o no brille.