Precariedades explotadas
Ando en Bogotá, hace rato no transitaba estas calles, cuando vengo a esta ciudad no me muevo mucho del centro, Séptima, Caracas, entre la 5 y la 36, aunque viajé hasta la 83, al instituto Goathe. Conocí la nueva cinematca distrital, vale la pena y se agradecen todos los esfuerzos para construirla, ponerla en funcionamiento, programarla y mantenerla viva.
En medio de mis caminadas uno descubre en la séptima, la variedad de cosas que vende la gente y que la gente compra, libros de segunda, reimpresiones de editoriales non-santas, juegos de hasbro piratiados, cables para celular de todo tipo, hamburguesas de 5 mil y perros de tres mil, ropa de segunda, aretes, conos de mil, juguetes viejos, manillas, parches para ropa, cuadros y retratos suyos o de otros, en fin, un gran mundo de cosas que no necesitamos pero que alguien necesita vender para sobrevivir.
En medio de esta fauna, por la estación de las aguas, se reúnen ciclistas, por el Colombo Americano, todo el día, a todas horas y creí que era un parche de biciusuarios, de gente con ideales y apuestas políticas, pero no, o no del todo. Pedalean todo el día para un otro que no conocen, transportan mercancías de negocios varios de comida, que ellos no prueban, su fuerza de pedaleo es su trabajo. Ellos ponen la bicicleta, el celular, el plan de datos, es decir, toda la infraestructura laboral y otros aprovechan de ella como bien les place y hasta les cobran por hacerlo. Como orando frente al celular que salga un servicio, más cerca que lejos, en una solidaridad competitiva, por ver quien atiende primero, quien agarra el trabajo primero, quien responde el llamado con más ansiedad.
La precariedad del mundo laboral, que laboral, esto no es trabajo, seguro que no, ni la ley puede definir si es o no trabajo y es seguro que ningún economista graduado o medio estudiado podrá decir que es trabajo, aunque reúna muchas de las condiciones para serlo, no es trabajo, es esclavitud, moderna, pero esclavitud. El patrón, dueño, inversionista, desarrollador, no es su empleador, le propone una labor y el otro en su libertad lo puede o no realizar. (siempre habrá en este mundo de hambre, quien lo haga) Trabajo por horas propone la derecha en Colombia, que pena, para qué, no interesa, hay otras formas para que otro haga las labores por la empresa sin ser trabajador.
La ley se pone gafas oscuras, mira para otro lado, aplaude a los empleadores digitales, los vanagloria en su capacidad de enriquecerse, de utilizar su inteligencia para explotar, de esclavizar sin que se note.